En algún lugar del mundo mundial, hace ya mucho tiempo los perros aún no estaban domesticados.
Los humanos vivían de la caza y usaban pieles para resguardarse del frío. Mientras nosotros vivíamos en grandes manadas y nos desplazábamos sólo para tener mejores posibilidades de encontrar comida. Los viajes entre continentes era inimaginables en aquel momento, e incluso el reconocernos como parte de la misma manada.
Quien iba a decir que millones de años después de todo eso, estaríamos humanos y cánidos viajando juntos en sus vehículos y artilugios.
Por ello, hoy me he decidido a contarles mi experiencia como perro viajero.
No recuerdo bien mi primer viaje, cuando me arrebataron del lado de mi madre y hermanos. Se que fui a la clínica veterinaria y logré vivir. Después de eso, aparecí en una jaula de la que mi ama - esclava me sacó para siempre. Ese viaje no fue tan grato aunque tuvo un final inmensamente feliz para ambas partes, realmente fue el comienzo de mi vida como perrita viajera.
Unos meses después ya conocía lo que era viajar en el metro de Madrid y en el suelo de un taxi y ni siquiera había cumplido mi primer año.
Al cumplir los dos años, comenzó para mi un proceso de cambio. Mi ama - esclava me llevó a vivir a otra casa, en cuyo edificio vivía también un Pincher llamado Matías y un perrito manco que se llamaba Yuno. Allí comenzamos a planear nuestros pequeños grandes viajes.
Hasta el día de hoy, puedo decir que he viajado en:
- Blablacar
- Trenes de alta velocidad
- El tren Topo del país vasco
- Tranvía
- Tren Alvia
- Metros de diferentes ciudades
- Metros ligeros
- Aviones
- Carros
- Bicicleta
- Coche de bebé
Conozco el mar, la meseta, el altiplano, el páramo, el desierto, la montaña...
He dormido en hoteles para perros, hoteles para humanos dog friendly, pensiones, hoteles de playa, castillos en Francia, apartamentos de amigos, la playa en las Islas canarias.
He conocido perros, en especial mi amigo Chuchu, que volaban en parapente, surcaba las olas del Atlántico africano en kayak, catamaran y tabla de surf. El tenía una buena ama - esclava también.
Tal vez lo más difícil siempre ha sido ir en la bodega de un avión lejos de mi ama - esclava. Mi viaje más largo en un avión ha durado alrededor de once horas en un trayecto transoceanico; estar tanto tiempo dentro de un transportín sola, sin que nadie me pudiera dar comida o agua fue lo más difícil de mi viaje. Ni siquiera el calmante más fuerte podía mitigar el miedo que sentí las veces en que me separé de ella. Pero entiendo que fue la única manera de que ella pudiera llevarme consigo y lográramos seguir estando juntas.
En estos viajes he conocido tantas personas, lugares y otras mascotas, que mi vida se ha llenado de piticidad de la buena.
A todos los humanos que dudan en viajar con sus mascotas, les digo que nada es tan difícil como parece y que los viajes entre mejores amigos siempre crean los mejores recuerdos posibles. Nuestra vida es quizá demasiado corta, como para esperaros todo el tiempo encerrados en casa.
Piticidad para todos desde esta tarde de lluvia en el Altiplano Cundiboyacense.